Recuerdos de Lourdes en la XXVI peregrinación diocesana (I)
Hace exactamente una semana empezaba a hacerme la maleta. Maleta diferente a la de los últimos años, porque la previsión amenazaba lluvia. Chubasquero, paraguas, zapatillas… un respiro de tiempo fresco después de la calor castigadora de los últimos días.
Y así fue, pasar nuestros Pirineos hacia su cara norte y notar el alivio del aire fresco.
Y como cada año llegar a las estrechas calles de Lourdes y divisar el Santuario.
Y empezar a dar gracias.
Gracias por permitirme volver.
Por darme las fuerzas.
Gracias por darme la mejor de las compañías.
Gracias por las sonrisas y la ilusión de nuestros jóvenes voluntarios.
Gracias por los niños y su alegría. Gracias por juntar a padres e hijos, a matrimonios, amigas y amigos.
Gracias por esas abuelas maravillosas y sus nietos.
Gracias por darnos organizadores que nos transmiten su energía y su saber hacer.
Gracias por dejarnos meter la pata y permitirnos la queja y la pataleta.
Gracias por las jotas, la magia y la música.
Gracias por poner en nuestro camino a Don Ángel.
Gracias por nuestros sacerdotes.
Y fue llegar al Santuario y estremecerme al notar que la Virgen lloraba lágrimas de lluvia.
Quizá pedimos demasiado y no damos suficientemente las gracias.
Quizá quería decirnos eso.
Lloraba fino, lloraba recio.
Descansaba, pero seguía llorando.
Y fue en la gruta, el último día, cuando, sintiéndome tan pequeña como Santa Bernardette, me dijo, con una sonrisa, que borrara la preocupación de mi cara, porque lloraba de alegría.
De alegría por volver a vernos, a oírnos. Por vernos celebrar y rezar.
Alegre de escuchar nuestras plegarias y cantos. Ver acercarse nuestros colores: azul, rojo, amarillo. Oler el humo al encender nuestras velas. Alegría de ofrecernos sus aguas, su pureza y su abrazo.
Alegría de interceder por nuestros pecados, por recoger nuestras peticiones. Alegre por nuestros voluntarios, jóvenes y mayores. ¡Alegre por todo!
Un año más la Hospitalidad de Barbastro-Monzón concluyó, este año, con un esfuerzo de organización memorable, su peregrinación al Santuario de Lourdes.
Llorar de alegría es maravilloso.
Dar gracias es reconfortante.
Pedir es humano.
Gracias Madre.
El año que viene volvemos.
Texto: Sandra Casado / Foto: Hospitalidad Lourdes Barbastro-Monzón