EN RECUERDO DE MARI CARMEN BALLARIN

El pasado 23 de mayo falleció María Carmen Ballarín cofundadora, junto con su esposo, de la Hospitalidad diocesana en 1995. Muchas cosas podríamos comentar de su labor y entusiasmo por la Virgen de Lourdes y por la Hospitalidad, pero queremos dejar dos apuntes de diferente tipo. El primero resume y contempla muy acertadamente su vida y trayectoria en la homilía que pronunció el sr. obispo mons. Angel Pérez Pueyo en la Misa funeral de Mari Carmen. El segundo es el vídeo del 25 aniversario de la Hospitalidad en el que entrevistamos a Mari Carmen entre otras personas. Allí se puede ver el cariño entrañable que tenía a la Virgen, su labor en los primeros momentos y su forma de ser entrañable. Descanse en paz.
«Nos encontramos hoy, en la catedral de Monzón, celebrando la pascua definitiva de María del Carmen Ballarín. Ayer, se acicalaba para participar en el encuentro de formación que la Hospitalidad de Lourdes tenía programado en Candasnos. Sin embargo, en el puente viejo de Monzón, en vísperas de la celebración de la Pascua del Enfermo, partió a descansar eternamente, junto a su esposo, en las hermosas praderas del cielo.
Precisamente hoy, fiesta de María Auxiliadora, todavía sin dar crédito a lo ocurrido y con el corazón conmovido, despedimos a quien fuera, junto a su esposo, auxilio, consuelo y bálsamo de tantos ancianos y enfermos de nuestra diócesis de Barbastro-Monzón. Hace 26 años, ambos fundaron la Hospitalidad de Lourdes. Su hijo, el doctor Sistac, junto a toda su familia, tomó el relevo, continuando el legado que sus padres le dejaron. Hoy, además, junto a su esposa Elena, se han convertido en instrumento de la misericordia de Dios en nuestro pueblo, al asumir —desde la Delegación de Caridad— la coordinación de la Pastoral de la Salud de la diócesis.
La marcha de María del Carmen, aunque repentina y sorpresiva, nos deja su mejor lección maternal: «Una sociedad que no es sensible a los que sufren y no sabe acogerlos —evocando a Benedicto XVI en su encíclica Spe salvi— no es digna de llamarse humana».
Desde la Hospitalidad de Lourdes, insertos en la Pastoral de la Salud de la diócesis, intentamos encarnar esta gran verdad: que la verdadera grandeza humana se encuentra en la capacidad de amar y servir a los más vulnerables. Por eso, cada año iniciamos el curso pastoral con la peregrinación a Lourdes, junto a nuestros ancianos y enfermos. Esta tradición manifiesta nuestra identidad como Iglesia: una comunidad que camina unida, que se apoya mutuamente y que reconoce en el rostro del otro el rostro de Cristo. María del Carmen fue una infatigable peregrina que nos ayudó a caminar con quienes sufren, a ser solidarios, a vivir la misericordia; a ser bálsamo y caricia de Dios para tantos hermanos nuestros.
Sí, María del Carmen, como tantas madres de Monzón o de nuestra diócesis, supo hacer de su vida un altar viviente, una eucaristía cotidiana hecha de cuidado, presencia y fe. Por eso sentí lo mismo que cuando me tocó cerrar los ojos de la mía: «Mamá, ya descansa. Es eterna. Su presencia, José María y Elena, es eterna. Así lo sentirán también vuestros hijos y sus nietos, José Mari y Clara,
Hoy, en María del Carmen, muchos despedimos también a nuestra otra madre: la de la Hospitalidad de Lourdes, auxiliadora de tantos. Cuando este año pasemos por la gruta, sentiremos tu presencia y tu fragancia. Deja entreabiertas las puertas del cielo para que los ancianos y enfermos de nuestra diócesis sientan la ternura de Dios en sus vidas y perciban su bálsamo y caricia cuando peregrinemos a Lourdes.»