«Mi experiencia siendo la primera vez que visito a la Virgen de Lourdes».

CARTA DE UNA PERSONA EN LA XXIV PEREGRINACION 2019

Encontrarme con la Virgen, con mi devoción Mariana, respirar su aliento y toda la espiritualidad que la envuelve, ha sido sólo una pequeñísima parte de lo bueno que me llevo de esta peregrinación.

Me diréis entonces, pues ¿qué más te has podido llevar?, es difícil de expresar con palabras. Espero y deseo no dejarme nada.

Me quedo y me llevo el agua de Lourdes, de su gruta, que calma la sed de tantos, y consuela a otros. Infunde esperanza y limpia conciencias. Da paz y empapa el alma.

Me he llevado la impresionante visión de cientos de voluntarios hospitalarios. Jóvenes y menos jóvenes, incluso ancianos, todos ayudando y dando su tiempo y su caridad cristiana a los demás. Empezando por los voluntarios de nuestra Diócesis, nuestros jóvenes y no tan jóvenes voluntariosos, prestos en todo momento y atentos a todo.

Me quedo, sobretodo, con la fragilidad humana, con la enfermedad. A mí no me asusta la enfermedad, estoy acostumbrada a ella, en mi persona y en mi querido hijo. Pero reconozco mi fragilidad ante ella. Esa fe puesta en la oración, para librarnos de nuestra mala salud.

Me quedo con los cientos y cientos de enfermos con esa fe. Con ganas de renovar energía. La energía que me transmitió la gruta, pensando que allí, mi querida Madre vino a nosotros.

Me quedo con el entorno. Precioso. Adornado por cientos de peregrinos de todos los colores y todas las lenguas. Una babel que impresiona. Me colé en una misa en inglés y me pareció increíble que nuestra eucaristía hable en un idioma y con un rito universal. No quiero ahondar en la riqueza arquitectónica, que salta a la vista. Divino.

Me llevo mi soledad recorriendo el Vía Crucis, despacio, pensando, rezando, llorando. Y nunca pidiendo, siempre dando gracias.

Y sobre todo, que quedo con eso. No puedo pedir, sólo puedo dar gracias. Porque sé que nuestra Madre cubre a mi hijo con su manto desde que nació y que Dios, nuestro Señor, lo envió a nuestro hogar para hacernos unos padres temerosos e imperfectos, con una gran misión por delante, educarlo y quererlo en la fe y en un amor inmenso.

Felicito a la organización por su valentía y su amor al prójimo. Gracias, mil gracias. Los errores que hayan podido surgir, se solucionarán seguro, en próximas peregrinaciones.

Felicito a Don Ángel, al que siempre llamo Alfonso (perdóneme, pero soy horrorosa para los nombres) por ser, ante todo, persona. No es fácil Don Ángel. Y ese es su mejor talento. Sin duda.

Felicito a todos los sacerdotes que nos han acompañado. Especialmente a Mosén Joaquín (mi abuelo paterno se llamaba así), que se me ha ganado. Gracias por su alegría y sus ganas de hacer llegar la palabra del Evangelio de una forma tan fácil. Iremos a verle un día a Binaced, y si viene a Binefar, en mi casa, tiene su casa.

Gracias especiales a Julia. Por ser así, buena y sonriente. Cariñosa y amable. Es un gusto compartir contigo mis momentos con la Virgen. Gracias.

Gracias a Silvia, que me abrió la puerta para hacer esta peregrinación. Te quiero mucho. Y a la señora que se puso enferma y me facilitó la plaza en el viaje, Mari Te, espero que se recupere pronto. A Mercedes y María por permitirme acompañarlas.

Volveré a visitar a la Virgen de Lourdes, a empaparme de ella y a rezarle. Y espero que sea pronto. Nos vemos el año que viene.

Un beso a todos organización, peregrinos, peregrinas y voluntariado. Que la Virgen os acompañe siempre y os de su mano.

septiembre 9, 2019