La ofrenda más valiosa es dar la vida (III).

Con el afecto y gratitud a nuestros ancianos y enfermos, seguimos hoy desgranando esos tópicos sociales imperantes que tantas veces nos impiden gozar de una vida plena y feliz.

LA SEGURIDAD
Estamos demasiado apegados a las cosas materiales. Éstas, en el mejor de los casos, logran satisfacer nuestras necesidades pero no siempre proporcionan la felicidad. Sólo cuando uno ha estado gravemente enfermo o ha tenido una dificultad o un problema serio se llega a descubrir otra verdad. La pandemia del Covid19 nos ha ratificado que nuestra familia sigue siendo todavía hoy nuestra base más segura. Si no tienes el apoyo, el amor, el cariño, la dedicación, que te ofrece tu familia, amigos o comunidad de fe, no tienes gran cosa. Sin amor somos pájaros con alas rotas.
Tu familia, ojalá también tu parroquia, te ofrece además de amor, seguridad. Nada en el mundo, que yo sepa, podrá ofrecerte esto. Ni el dinero, ni la fama, ni el trabajo ni el éxito personal…

EL DESLIGARSE
En esta vida es muy importante aprender también a «desligarse» de las vivencias pasadas. Todo es temporal. Sin embargo, el desapego no significa que la vivencia no penetre, al contrario, hay que dejar que penetre plenamente. Sólo así se es capaz de dejarla. Si contienes las emociones, si no te permites a ti mismo llevarlas hasta el final, nunca podrás llegar a estar desligado, siempre estarás demasiado ocupado con tu miedo. En cambio, si te sumerges hasta el final, las vives de una manera plena y completa puedes llegar a saber lo que te está pasando, a aceptarlo, a vivirlo con paz y serenidad y a poder “soltarte”.

LA AUTONOMÍA
En general, las personas mayores, por el estilo de vida que llevan, suelen ser autónomas e independientes. Se resisten, de ordinario, a que les ayuden. Se sienten de menos, siguiendo las pautas culturales estándar, si les tienen que bañar, vestir, dar de comer, llevar de un sitio a otro, incluso limpiarles el «trasero». Y sin embargo, es preciso educarse para llegar a disfrutar de nuestra dependencia. Es como volver a ser niños. Y todos sabemos ser niños. Cuando nuestras madres nos tenían en brazos, nos acunaban, nos acariciaban… a nadie le parecía excesivo ni se cansaba de tanta ternura. De pequeños, sabíamos descubrir su amor y atención incondicional. También las personas mayores son sensibles a la ternura y al final es ante lo único que reaccionan. Con mi afecto y bendición,

Ángel  Pérez Pueyo, Obispo de la Diócesis de Barbastro-Monzón

noviembre 6, 2020